El problema / La cinta


FITXA
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Títol: El problema
Autora i il·lustradora: Iwona Chmielewska
Edició: MTM, 2017
Edat: a partir de 3 anys


Títol: La cinta
Autor i il·lustrador: Adrien Parlange
Edició: Kókinos, 2017
Edat: a partir de 3 anys


RESSENYA
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Fue por azar que me llevé estos dos libros juntos de la Llibreria Al·lots.

Ya conocía “La Cinta” de Adrien Parlange, porque fue uno de los libros finalistas a las “pepites” del Montreuil de 2016, así que me lo llevaba para poder volver a mirarlo y escribir algo sobre él, que me apetecía (me gusta intentar describir los libros que tienen un fuerte componente “físico”, ver si consigo con palabras explicar cómo funcionan).

De “El problema” solamente conozco un poco a su autora, la polaca Iwona Chmielewska, porque recuerdo su “Ojos” / “Ulls”, un libro suave, poético y bello sobre la mirada y su ausencia. “El problema” venía retractilado en plástico, así que no podía hojear el interior en la librería, pero la sencillez de la cubierta pesó más que la horrible faja (“Una historia sobre cómo transformar los problemas en una oportunidad”, es que ME CHIFLA que me expliquen la moraleja del libro, por si no soy capaz de pillarla yo solita).

Una vez en casa, cuando abrí los dos libros, me di cuenta de que, cada uno a su manera, comparten el mismo punto de partida: cómo un único elemento puede interpretarse / convertirse en múltiples otros. ¿Puedo llamarlo la “polisemia” de la imagen? No son en esto libros originales (quizás “La Cinta” algo más, después explicaré por qué), pues otros antes han explotado esta misma idea. Uno de mis favoritos (con muchos fans, me consta) es “No es una caja”, de Antoinette Portis, en el que un rectángulo negro se convierte en una montaña, un robot, un coche de carreras o un edificio en llamas según la imaginación del conejito protagonista, que presta a los lectores su mirada imaginativa gracias al ingenioso juego visual que propone la autora.

Además de esta polisemia, y aunque se trata de libros muy diferentes, ambos libros comparten una misma voluntad de sencillez, de eliminar todo aquello que pueda distraer al lector del objetivo principal de la lectura, algo que les otorga una estética especialmente limpia, cuidada, y la sensación de que son libros profundamente pensados y diseñados, donde nada se ha dejado al azar y todo tiene un sentido.

Empiezo por “El problema”. Puede que no sepamos a simple vista qué se supone que representa esa forma triangular pero de lados ligeramente curvos que muestra como única ilustración la cubierta del libro, pero el misterio se desvela en las dos primeras páginas:

“Este mantel es el preferido de mamá. Es muy especial, porque lo bordó la abuela.”
“Hoy, mientras lo planchaba, me he despistado un momento y…”

Efectivamente, la forma de la cubierta es la mancha de una quemadura de plancha sobre el mantel. El libro avanza con texto en la página de la izquierda e ilustración en la derecha, pero mientras el texto plantea cómo solucionar ese problema (¿se podrá limpiar? ¿encontraré la solución en internet? ¿puedo culpar a mi hermano pequeño? ¿puedo decir que una ráfaga de viento se lo ha llevado volando?), la ilustración se repite, de modo que la silueta de la plancha, presente en cada una de las páginas, sirve de “base” para, con unos breves trazos a lápiz de color azul que añaden los detalles necesarios para su correcta lectura, convertirse en una botella de detergente, un ratón de ordenador, el gorro del hermanito pequeño, o una ventana abierta a través de la cual, suponemos, el mantel ha desaparecido.

El desenlace es lo de menos, aunque efectivamente tiene que ver con la moraleja de la horrible faja que acompaña al libro…

Quizás es por esa ausencia de moraleja que me resulta más atractivo “La Cinta”, de Adrien Parlange. Él también limita sus recursos, en este caso la paleta de colores (en la que destaca el amarillo y el azul) y la simplificación de las formas, buscando no perder en ningún momento la comprensión del lector respecto a lo que está viendo (aunque, por si acaso, se ayuda describiendo la imagen que aparece en cada doble página con una palabra que aparece en la parte superior izquierda: un globo, un funambulista, una comida, un ratón…). Y, en cada una de estas imágenes a doble página, la cinta amarilla que cuelga del lomo inferior del libro, igual que las cintas marcapáginas colgaban del lomo superior, es el elemento polisémico que cambia de significado según la ilustración: es el hilo por el que sujetar el globo, la cuerda por la que camina el funambulista, un espagueti en el plato de comida, o la cola del ratón.

El libro de Parlange no tiene hilo (porque es una cinta, jeje - perdón) narrativo, se trata simplemente de un libro de imágenes, pero va un poco más allá que Chmielewska (o que Portis en “No es una caja”) en otros aspectos. Primero, porque utiliza un elemento tridimensional real (la cinta) para funcionar, mientras que los otros dos son más tradicionales en el sentido de que sus ingredientes son únicamente papel y tinta. Segundo, porque no le hace falta modificar en absoluto el elemento que cambia de significado (la cinta es la misma a lo largo del libro; son las ilustraciones las que aportan el contexto) mientras que Chmielewska y Portis tienen que “ilustrar” sobre la base de la quemadura o de la caja para que leamos el nuevo significado del elemento polisémico. Y finalmente, porque añade el elemento de interacción con el lector: la cinta está muerta, sin vida… el lector debe “animarla”, colocarla de una manera o de otra, tirar de ella para que realmente sea la cuerda del funambulista, o ponerla dentro del plato para que sea el espagueti: sin la colaboración del lector, el libro no funciona.

El libro de Chmielewska tiene hilo narrativo y moraleja.
El libro de Parlange parece proponer únicamente el juego.
Ambos proponen la pregunta “¿en cuántas cosas puede convertirse X?” y la sorpresa que provocan las respuestas.

Fue por azar que los descubrí juntos, pero hacían buena pareja. Sincronicidades…




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